El Incierto Camino de la Energía Nuclear China en la Argentina

Ha pasado media década desde que China y la Argentina firmaran el primero de varios documentos que prometían la llegada al país sudamericano de un "Hualong-1", el primer reactor nuclear chino de tercera generación. Lo que podría haber sido un hito para la relación de Beijing con la región, está hoy en el limbo y sin una fecha de reinicio. Pero sumado a posibles inversiones en tecnología nuclear, las crecientes inversiones chinas en Argentina ya ha suscitado controversia y activado las alarmas en Washington.

Cuando en febrero pasado un periódico argentino publicó el artículo “Preocupación por un experimento nuclear chino en pleno corazón de América Latina“, la nota parecía describir la existencia de una inminente pesadilla atómica en la región. Evocando los desastres nucleares de Fukushima y Chernóbil, el artículo ligaba el proyecto de una central nuclear china en territorio argentino con otro polémico proyecto en ese país: la Estación de Exploración del Espacio Profundo. Situada en la sureña provincia de Neuquén, la instalación está oficialmente destinada a proporcionar apoyo a la exploración espacial de China (incluyendo su más reciente misión a Marte). La estación ha sido cuestionada por sus lazos con el Ejército Popular de Liberación de China, que comanda el programa espacial del país asiático, además de críticas locales por una débil supervisión de sus operaciones.

Las inversiones y lazos comerciales de Beijing con Buenos Aires no han hecho más que aumentar en los últimos años. En abril de 2020, China desplazó oficialmente a Brasil como el mayor socio comercial de Argentina, principalmente gracias a las enormes importaciones de soja, carne de vacuno, camarón y aceites vegetales. A modo de ejemplo, con sus operaciones desde suelo argentino China Oil and Foodstuffs Corporation (COFCO) fue el segundo mayor exportador de granos, aceites y subproductos en el primer semestre de 2020. A su vez, actualmente hay negociaciones entre ambos países para construir en el país sudamericano granjas de cerdos, en las que China invertiría alrededor de US$ 4.000 millones, lo que duplicaría la producción porcina de Argentina durante los próximos cuatro años.

A diferencia de esas industrias, las inversiones en tecnología nuclear obviamente tocan una área políticamente sensible en la región. El año pasado en Estados Unidos, el Departamento de Estado manifestó que buscaría disuadir a sus aliados de cooperar con China en proyectos nucleares. Christopher Ford, subsecretario de la Oficina de Seguridad Internacional y No Proliferación norteamericana, afirmó que Rusia y China “utilizan las ventas de reactores por parte de sus industrias nucleares, fuertemente respaldadas por sus estados, como una herramienta geopolítica para fortalecer las relaciones políticas con países socios, fomentar dependencia energética en socios extranjeros, y en ocasiones, incluso, utilizar financiamiento predatorio para tentar a líderes políticos extranjeros hacia ‘trampas de deuda’, que le dan a Beijing o Moscú una ventaja que, más tarde, pueden utilizar para obtener una ventaja geopolítica”.

En el sector privado, en tanto, las multinacionales que operan en Argentina tampoco están contentas. De acuerdo a Bloomberg, después de 15 años de operaciones en el país, Latam Airlines cesó sus vuelos nacionales en Argentina; Delta y American Airlines terminarían algunas rutas al país; Honda dejó de construir automóviles en ese mercado; y firmas como BASF planean trasladar su producción a Brasil. Con casos como estos, cualquier campaña para llevar inversión extranjera directa a la Argentina se hace más compleja.

En este escenario, y en contra de los consejos estadounidense, China se ha convertido en una fuente esencial de fondos de inversión, recursos que Buenos Aires no puede obtener en Washington u otras economías desarrolladas, principalmente como resultado de su traumática cesación de pagos de deuda externa en 2001, y los posteriores desacuerdos con tenedores de bonos y fondos buitre. Los recursos chinos han entrado en sectores claves en el país latinoamericano, incluyendo dos grandes represas hidroeléctricas y la renovación de las líneas ferroviarias de carga.

Una planta, luego dos… y al final ¿Hualong-1?

Las diferentes negociaciones que han marcado la fallida asociación nuclear China-Argentina comenzaron en 2014, cuando ambos gobiernos firmaron un acuerdo de cooperación para la construcción de una central nuclear, que se sumaría a las tres que la Argentina ya poseía, conocidos como Atucha I, Atucha II ( ambas ubicadas en el mismo complejo en la provincia de Buenos Aires) y Embalse (en la provincia de Cordoba).

Complejo Nuclear Atucha, Lima, Provincia de Buenos Aires.

Meses más tarde, el acuerdo fue modificado para sumar una planta nuclear china, el que en negociaciones posteriores sería identificado como Hualong-1, un reactor de tercera generación en base a uranio enriquecido y agua liviana, y a construir por China National Nuclear Corporation (CNNC), uno de los dos campeones nacionales chinos en esa industria. La modificación se habría debido al interés de Beijing por consolidar su propia tecnología nuclear. Para ello, la administración de Xi Jinping ofreció financiar la construcción de un reactor CANDU (agua pesada presurizada y uranio natural), tecnología que ya era dominada por la Argentina desde la construcción de su primera central nuclear en la década de 1960.

De esta manera, Beijing y la Casa Rosada firmaron a fines de 2015 otro documento que reveló mayores detalles: la inversión total por dos centrales involucraría US$ 15.000 millones, de los cuales China aportaría un 85%. De esos recursos, US$ 6.000 millones, financiados por el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), irían a la nueva central CANDU, la que sería construida y operada por Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), firma estatal que es dueña de la tecnología CANDU para el territorio argentino. La nueva central iba a ser instalada a casi 100 km de Buenos Aires (donde se ubican Atucha I y II), y tendría 62% de componentes argentinos y 38% de origen chino.

La segunda planta, sin ubicación hasta ese momento, tendría un reactor ACP1000, cuyo rediseño es conocido como Hualong-1, y para el que las autoridades argentinas proyectaban una inversión de US$ 8.500 millones. Un incentivo para ese acuerdo habría sido que a diferencia de Pakistán (donde CNNC construye actualmente dos reactores Hualong-1), la Argentina posee una mayor tradición en reactores nucleares, como resultado de la construcción del que fuera el primer reactor de investigación en América Latina (1957) y la primera central nuclear de la región (iniciada en 1968 y terminada en 1974). Con esos pergaminos, Buenos Aires serviría como ejemplo más atractivo para convencer a nuevos clientes de la calidad de los reactores chinos.

No obstante, a pocos días de firmar el acuerdo, el país latinoamericano celebró sus elecciones presidenciales, las que terminaron por remover del gobierno al partido político de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien apoyó los acuerdos y demostró, en desmedro de Estados Unidos, una mayor cercanía con China.

El jefe de estado elegido para el período de diciembre 2015 a diciembre 2019 fue el empresario Mauricio Macri. Partidario de Washington y de políticas orientadas al libre mercado, Macri declaró rápidamente que su gobierno revisaría los acuerdos con China firmados por su antecesora. El nuevo ministro de Energía, Juan José Aranguren, confirmó que la financiación del acuerdo nuclear se estaba renegociando con China, pues aseguró que a los acuerdos les faltaba “seriedad”. La misma autoridad firmaría meses después un memorandum de entendimiento para la construcción de dos centrales, esta vez por un total de US$ 12.000 millones, de los cuales un 85% serían financiados por bancos chinos, para comenzar a ejecutarse en 2017, y con un costo por cada instalación de casi US$ 6.000 millones.

Desafortunadamente para Macri y la población local, su administración se vería apabullada por una grave crisis económica, la cual requirió un gigantesco paquete de rescate de US$ 56.000 millones del Fondo Monetario Internacional (FMI). En dicho escenario, las vacías arcas del tesoro argentino finalmente empujaron a Macri a mantener buenos términos con Beijing y Washington.

En ese contexto, en junio de 2018 el gobierno argentino decidió cancelar ambas plantas nucleares financiadas por China debido a las restricciones presupuestarias.  El ministro Aranguren, declaró que “una inversión de un orden de magnitud de US$ 14.500 o US$ 15.000 millones en la actual situación fiscal que tiene la Argentina nos obliga a ser prudentes. Por lo tanto, le hemos propuesto al gobierno chino suspender o postergar la construcción de la cuarta y la quinta central… Por más que el préstamo lo paguemos dentro de ocho años, estamos tomando el compromiso de devolverle a alguien una determinada cantidad de dinero. En este momento, por la situación fiscal que tiene el país, no estamos en condiciones de comprometernos”.

Protestas locales ante posibles riesgos mediambientales también interfirieron en la construcción de las plantas. Una opción para albergar una de las nuevas centrales estaba en la provincia de Río Negro, pero ante la severa oposición de la comunidad local, el gobierno provincial descartó la instalación en su territorio.

Un nuevo y último paso

Finalmente, el gobierno argentino firmó en abril de 2019 un nuevo acuerdo con la administración china, esta vez en la forma de una carta de intención que incluyó un préstamo por un total de US$ 10.000 millones para la construcción del Hualong-1 en Argentina, de los cuales US$ 7.900 millones se pagarían en 20 años. Sin embargo, meses más tarde estaba claro que no habían avances en las negociaciones, tal vez reflejando el esfuerzo de Macri por no alterar a Washington. Aún así, y más allá de sus relaciones internacionales, Macri terminó perdiendo la reelección presidencial frente al candidato Alberto Fernández y su vicepresidenta, la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner.

Desde entonces, y a pesar del ominoso titular de principios de 2020 sobre la amenaza del experimento nuclear chino, el proyecto de construcción del reactor Hualong-1 parece haber quedado en el limbo. El tema ha quedado eclipsado por una pandemia mundial y sus duras consecuencias sanitarias y económicas en Argentina. En este escenario, la Casa Rosada de Alberto Fernández podría tener un respiro luego de alcanzar un esquivo acuerdo con sus acreedores en la reestructuración de US$ 65 mil millones en deuda soberana.

En tanto, con los enfrentamientos entre Washington y Beijing intensificándose, tal vez la cuestión nuclear vuelva a los titulares por las razones menos constructivas. En junio pasado, el Departamento de Defensa de Estados Unidos identificó a 20 empresas chinas a las que acusa de tener vínculos con el ejército chino, incluyendo a CNNC.

Si Washington decide entablar una sanción contra esas firmas, ese podría significar la estocada final en la accidentada saga argentina de la industria nuclear china.

 

DATOS DE LA INDUSTRIA NUCLEAR DE CHINA 

  • Hualong-1 (o HPR-1000) es mezcla de dos modelos de tecnología mayormente francesa de reactores de agua presurizada o PWR: el ACP1000 (de China National Nuclear Corporation, CNNC) y el reactor ACPR1000 (de China General Nuclear, CGN), ambas construidos a partir de la década de 1990.
  • A 2019, China tenía 47 reactores nucleares en operación comercial, con una capacidad total de 48,7 GW, y otros 15 reactores nucleares en construcción.
  • Antes de la crisis del Covid-19, se proyectaba que el primer reactor Hualong-1 entraría en funcionamiento a fines de 2020 en la provincia china de Fujian.
  • Además de dos unidades en construcción en Karachi (Pakistán), otros seis Hualong-1 están actualmente en construcción en China continental:
    • CNNC construye dos unidades en su planta de Fuqing y otra unidad en la planta de Zhangzhou, ambas en la provincia de Fujian;
    • CGN construye otros dos reactores en sus instalaciones de Fangchenggang en la provincia de Guangxi, y otro reactor en la planta de Taipingling en la provincia de Guangdong.
  • Fuera de China, CGN está a la espera en el Reino Unido de la aprobación estatal para construir un Hualong-1 en Bradwell, Essex. Pero luego que el gobierno británico bloqueara la participación de Huawei en la red de telecomunicaciones 5G, CGN se enfrenta a una fuerte oposición política.
China's domestic nuclear infrastructure
Map from report: The Future of Nuclear Power in China, by Mark Hibbs. 2018 Carnegie Endowment for International Peace

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