En medio del conflicto entre Estados Unidos y China ¿pueden América Latina y el Caribe encontrar su camino?

Los países de América Latina y el Caribe se han visto atrapados en medio de la guerra comercial entre Washington y Beijing, sin una estrategia unificada sobre cómo avanzar.

Latin America amid U.S.-China conflict
Ilustración por Derek Zheng

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la guerra comercial con China se adueñó de la agenda de la Casa Blanca. A principios de 2020, parecía que las tensiones entre ambos países disminuirían con la firma de la ‘Fase Uno‘ del Acuerdo Comercial, el cual reducía ciertos aranceles impuestos por Washington al gigante asiático, y establecía el compromiso de Beijing a comprar más bienes y servicios estadounidenses. Sin embargo, el fuerte impacto del Covid-19 en el territorio estadounidense terminó por radicalizar la posición de Washington, que ha culpado a Beijing de los estragos de la pandemia, hablando del “virus chino” y utilizando frases racistas.

En dicho escenario, y al igual que en el resto del mundo, la región de América Latina y el Caribe (ALC) es vulnerable a sufrir un daño colateral derivado de la guerra comercial entre las dos potencias. Para los gobiernos de ALC es casi imposible ignorar las repercusiones de las sanciones de Washington a firmas chinas como Huawei -con gran presencia en la región- o la inclusión en la Lista de Entidades del Departamento del Comercio de Estados Unidos de empresas de construcción como China Communications Construction Company -que mantiene varios proyectos en países de ALC-, debido a su papel en la edificación de islas artificiales con fines militares en el Mar del Sur de China.

Hace pocos meses, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, reafirmó su postura sobre China durante una breve gira por cuatro países de América del Sur (Guyana, Surinam, Colombia y Brasil). En Surinam, Pompeo advirtió al gobierno local sobre las inversiones de Beijing: “Hemos visto al Partido Comunista Chino invertir en países, y al principio parece genial y luego todo se derrumba cuando los costos políticos relacionados con eso se vuelven claros”. Tras esa declaración, el recién electo presidente de Surinam, Chan Santokhi, afirmó en la misma rueda de prensa que “en cuanto a la posición de China y a esta relación, puedo informarles claramente que este no era un tema de la agenda. No fue un tema de nuestra discusión. Por lo tanto, no se trata de tomar decisiones”.

Más tarde, la embajada china en ese país simplemente respondió señalando “[a]consejamos al señor Pompeo que respete los hechos y la verdad, abandone la arrogancia y los prejuicios, deje de difamar y difundir rumores sobre China”.

¿Cómo pueden América Latina y el Caribe evitar ser arrastradas por el choque de gigantes?

Una alternativa es el “No Alineamiento Activo”, explicado en un artículo publicado por Foreign Affairs en español, y escrito por reconocidos exdiplomáticos chilenos. Los autores recuerdan que en medio del orden internacional derivado de la Segunda Guerra Mundial, tanto los países de África, Asia y ALC enfrentaron un dilema similar al actual con el enfrentamiento de dos potencias. “Algunos optaron por una ‘tercera vía’, la que en 1961 daría paso al Movimiento de Países No Alineados (NOAL), alternativa a una subordinación automática a Moscú o Washington… La diferencia es que, esta vez, lo que hay en juego desde el punto de vista económico es mucho mayor, dado el tamaño de la economía china y su considerable presencia en la región”.

En agosto pasado el ‘No Alineamiento Activo’ fue discutido en un seminario en que expusieron seis ex ministros de relaciones exteriores de Chile, Perú, Brasil, Argentina, Colombia y Perú. Uno de ellos, Celso Amorim, canciller brasileño durante la presidencia de Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, indicó que durante esa administración, Brasil buscó ejercer una estrategia que privilegiara los intereses brasileños por sobre los de Estados Unidos y otras potencias extranjeras. “Dijimos no al ALCA [Área de Libre Comercio de las Américas, impulsada por EE.UU.] cuando no nos interesaba, dijimos no a un mal acuerdo que se firmaba en la OMC [Organización Mundial de Comercio] en la reunión de Cancún de 2003”, manifestando que hasta cierto punto es posible no estar sometido a los intereses políticos de Washington o Beijing.

Por su parte, el ex canciller mexicano Jorge Castañeda afirmó que entiende que hoy en la actualidad hay buenas razones para no querer acercarse demasiado a Estados Unidos, como ocurrió durante la guerra fría. Sin embargo, agregó que también existen buenos motivos para no acercase demasiado a China. “Muchos dicen ‘qué bueno que no haya condicionalidad con relación a la ayuda, el comercio y la inversión chinas. Que bueno porque ese es un respeto al principio de no intervención’. Yo digo al revés, no me parece para nada bueno, yo prefiero mil veces la condicionalidad del Banco Mundial [en legislación laboral, ambiental, de género o en protección a pueblos originarios]… a esta ausencia de criterios mínimos que han sido resultado de largas luchas de muchos”.

Castañeda, canciller durante la presidencia de Vicente Fox, agregó que un punto a favor de EE.UU. es que su sociedad es abierta y democrática, una que los latinoamericanos conocen bien y en la que, en algún grado, pueden incidir. En cambio “en la opacidad de la sociedad china, del poder político chino, para decirlo con todas sus letras, de la dictadura china, las posibilidades de incidir dentro de China son prácticamente nulas, y eso me parece importante tomarlo en cuenta cuando queremos establecer los criterios de cercanía, alejamiento, paridad, igualdad en la relación con unos y con otros”.

Clave para coordinar una respuesta regional latinoamericana es la existencia de un organismo o esquema multilateral apoyado por la mayor cantidad de países de ALC. Sin embargo, la situación actual estaría lejos de ser óptima.

Según el abogado chileno Manfred Wilhelmy, doctor en ciencias políticas de la universidad de Princeton y especialista en temas del Asia Pacífico, es poco probable que los gobiernos latinoamericanos logren una coordinación regional con relación a China. “El nivel de confianza recíproca entre los gobiernos es más bien bajo, y además cambia frecuentemente”. Winhelmy menciona que hasta hace poco las relaciones entre los gobiernos del brasileño Jair Bolsonaro y el argentino Alberto Fernández tenían claras diferencias ideológicas, y las buenas relaciones de Bolsonaro con Trump incluso produjeron una fractura regional en la reciente elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La falta de una amplia comunicación y diálogo regional también refleja las debilidades actuales de las organizaciones multilaterales históricas de ALC, como el Grupo de Río, UNASUR o CELAC.

Nicole Jenne, Doctora en Ciencias Políticas e investigadora del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Católica de Chile, indica que en la actualidad no ve que dichos organismos puedan recobrar su estatus de antaño. “No creo que alguna de estas instituciones pueda cumplir este rol en las circunstancias actuales, tampoco PROSUR, a la que veo como una iniciativa de índole cortoplacista de gobiernos de (centro) derecha”.

Jenne añade que “el caso de Chile es ejemplarizador, pues en un intento por desarrollar una estrategia política frente a China, busca intercambiar información y encontrar posiciones en conjunto con lo que llama “países likeminded”: Australia, Nueva Zelandia, en ocasiones con países nórdicos”.

La decisión tomada por Chile sobre la ruta marítima del que será el primer cable submarino transpacífico de fibra óptica que conectará Sudamérica con Asia, refleja esta forma de pensar. Aunque el plan original fue concebido por los gobiernos de Chile y China para unir a ambos países mediante un cable submarino, Santiago finalmente optó por una propuesta japonesa que tendrá a Sidney como el punto final de la línea de fibra óptica. Ante el cambio tan drástico, las autoridades chilenas enfatizaron los beneficios de inclinarse por Australia, que está conectada con Asia a través de varios cables submarinos. No mencionaron las presiones políticas de Estados Unidos para desalentar el uso de los productos de Huawei, una de las firmas que apoyaba el plan original con Shanghái como punto de partida del cable en Asia.

¿Cómo están reaccionando otras regiones a las presiones derivadas de los enfrentamientos entre Estados Unidos y China?

La experiencia de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), una organización multilateral de 10 países, podría servir como caso de estudio para los líderes latinoamericanos. La razón es simple: ASEAN ha estado lidiando por mucho tiempo con presiones de Washington y Beijing, ambos tratando de volcar el equilibrio regional a favor de sus propios objetivos, involucrando temas mucho más sensibles que los discutidos hasta ahora en ALC, como disputas territoriales entre cuatro miembros de la ASEAN y Beijing en el Mar del Sur de China.

Malasia, Vietnam, Filipinas y Brunei no aceptan los vastos reclamos de soberanía de China basados en su línea de nueve puntos. Cuentan con el apoyo de Estados Unidos, que argumenta estar protegiendo la libertad de navegación por las aguas en disputa, un área crucial para el comercio internacional. Al mismo tiempo, los miembros de ASEAN que reprochan a Beijing su intimidación territorial, no pueden correr el riesgo de respaldar por completo a Washington y enemistarse con el socio comercial más importante de la región. Por otro lado, China también tiene firmes aliados, como Camboya, que bloqueó en 2012 la posibilidad de agregar una mención a las disputas territoriales en el Mar del Sur de China en el comunicado final de la cumbre de la ASEAN aquel año.

La reunión anual más reciente de ASEAN a principios de septiembre, con la presencia de Washington y Beijing, solo ha reafirmado la persistencia de las tensiones, ahora exacerbadas por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. El ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, señaló durante las reuniones que EE.UU. era el “mayor impulsor” de la militarización en el Mar del Sur de China. Posteriormente, Mike Pompeo declaró en una de las reuniones virtuales de la cumbre que los gobiernos regionales deberían “reconsiderar los tratos comerciales con las mismas empresas estatales que intimidan a los estados costeros de ASEAN en el Mar del Sur de China”.

En una entrevista previa a las reuniones, la ministra de Relaciones Exteriores de Indonesia, Retno Marsudi, advirtió a EE.UU. y China: “ASEAN, Indonesia, quiere mostrar a todos que estamos listos para ser socios… No queremos quedar atrapados por esta rivalidad”. Ese mensaje fue repetido al final de la cumbre por el viceprimer ministro de Vietnam, Pham Binh Minh, quien afirmó que los países de ASEAN no querían estar “atrapados en la competencia entre las grandes potencias ya que eso afectaría la paz y la estabilidad en la región”.

Si bien los dilemas que enfrentan ASEAN y ALC son por ahora de diferente magnitud, a la hora de abordar las disputas diplomáticas entre China y EE.UU., el sudeste asiático cuenta con una sólida plataforma multilateral, desde la cual puede construir una posición con el apoyo de sus miembros. Esta instancia está claramente ausente en ALC.

Si los países de Latinoamérica y el Caribe quieren evitar quedar atrapados en medio de las confrontaciones de Beijing y Washington, los gobiernos de ALC deben primero trabajar duro para reconstruir la confianza y la coordinación en su región. La resaca generada por la elección del presidente del BID -un estadounidense respaldado por Trump, menospreciando la tradición de un liderazgo latinoamericano en el banco- puede ser una llamado de atención que gatille un cambio positivo. De lo contrario, ALC está destinada a ser empujada por los intereses de lejanas capitales, al más puro estilo de la Guerra Fría.

RELACIONES EN NÚMEROS

Según estadísticas de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL):

  • El comercio de bienes de ALC con Estados Unidos alcanzó los US$ 535.700 millones en 2019, lo que representó el 21,7% del comercio total de EE.UU.
  • Los principales socios comerciales de EE.UU. en la región en 2019 fueron México, Brasil, Colombia y Chile, que juntos representan el 83% del comercio total de bienes con ALC.
  • El comercio con México representó el 68% del comercio total con ALC.

Según un informe del Centro de Políticas de Desarrollo Global de BU:

  • El comercio de ALC con China en 2019 alcanzó un total de US$ 303.200 millones.
  • La región exportó US$ 141.500 millones en bienes a China e importó US$ 161.700 millones en bienes chinos.
  • Las exportaciones de ALC a China continúan concentradas en unas pocas materias primas, particularmente soja, cobre, petróleo y hierro.
  • Para la soja en particular, la disputa comercial entre China y EE.UU. de los últimos años ha estimulado un gran auge sudamericano, particularmente en para la soja de Argentina, Brasil y Uruguay.