Cuando la República Popular obtuvo el asiento de ‘China’ en las Naciones Unidas

China (la República de China en aquel entonces), había sido una firmante original de la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Pero en 1971, llegó a su fin un largo drama sobre cuál gobierno chino debía ocupar el asiento ante la ONU.

When the UN swapped out Taiwan for the People’s Republic

 

La delegación de Taiwán -hasta ese momento, la delegación china- no presenció la votación. El embajador taiwanés ante la ONU, Liu Chieh (Liú Kǎi 刘 锴), anticipándose a lo que estaba a punto de ocurrir, subió al podio y declaró que su gobierno ya no participaría en las deliberaciones del organismo. Luego abandonó la tribuna y condujo a su delegación desde el salón en medio de aplausos de cortesía. El recuento final de la Resolución 2758, que registró 76 a favor, 35 en contra y 17 abstenciones, “hizo que los delegados se pusieran de pie en un aplauso desatado”, informó el New York Times.

Los eventos de 1971 fueron el clímax de un drama que era casi tan antiguo como las propias Naciones Unidas. China había sido uno de los signatarios originales de la Carta de la ONU. Incluso antes de eso, en la llamada Declaración de las Naciones Unidas emitida el 1º de enero de 1942, la República de China se unió a Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña para comprometerse a un esfuerzo bélico mancomunado contra Alemania y Japón, y rechazando una paz por separado. Otros 22 países más firmaron al día siguiente.

Esas 26 naciones formaron la base de las discusiones para establecer una organización de las Naciones Unidas. Finalmente, 50 estados que habían declarado la guerra contra Alemania y Japón se reunieron en San Francisco para elaborar un marco para un intento sin precedentes de cooperación global. Las Naciones Unidas se consideraron oficialmente establecidas el 24 de octubre de 1945, cuando la mayoría de los 51 estados que habían firmado la carta (Polonia, aunque no estuvo presente en San Francisco, también es considerado como miembro fundador) – y los llamados “Cinco Grandes”- ​​habían ratificado el tratado. Esos cinco eran Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia… y China. Y, claro, en 1945 no existía la República Popular China. Aquel miembro fundador fue la República de China, encabezada por Chiang Kai-shek (Jiǎng Jièshí 蒋介石) y representada por la premier T.V. Soong (Sòng Ziwén 宋子文), con su capital en Nanjing.

Casi cuatro años después, la República Popular China, victoriosa en la guerra civil contra el gobierno nacionalista que había ayudado al establecimiento de la ONU, afirmó ser el gobierno legítimo de China. De inmediato, algunos estados se inclinaron a entregarle su asiento en la asamblea al nuevo gobierno. Como era de esperar, los estados comunistas se pusieron del lado de la República Popular China. En cualquier caso, no parecía que el impasse fuera a durar por mucho tiempo. En enero de 1950, el presidente estadounidense Harry Truman, dejó en claro que “el gobierno de Estados Unidos no proporcionará ayuda militar ni asesoramiento a las fuerzas chinas en Formosa”, parte de una serie de declaraciones de funcionarios del gobierno estadounidense que daban a entender que esperaban y aceptaban la inminente derrota de Taiwán frente a las fuerzas de la República Popular China.

Esto cambió drásticamente seis meses después, cuando la Guerra de Corea intensificó las tensiones de la “Guerra Fría” en Asia (vale la pena aclarar que la llamada Guerra Fría casi siempre fue candente en Asia y en casi todas partes, excepto en Europa y Norteamérica). Taiwán, junto a Corea del Sur y Japón, se convirtieron en aliados claves de Estados Unidos. Mantener ahora a Taiwán -la República de China- en el asiento “chino” de la ONU era esencial para los objetivos de la política exterior estadounidense. Los nuevos miembros podían ser admitidos en las Naciones Unidas, y lo eran habitualmente, en una votación con mayoría simple, previa recomendación del Consejo de Seguridad. Pero esta no era una simple cuestión de admitir un nuevo estado. El problema era cómo determinar el gobierno legítimo de un miembro existente. Los nacionalistas, ahora confinados en la isla de Taiwán, señalaban que la República de China todavía existía y conservaba su derecho a la representación. Por su parte, la República Popular opinaba lo contrario. La República de China tenía el apoyo militar y diplomático de Estados Unidos; la República Popular China tenía el apoyo soviético, y el hecho demostrable de que administraba más del 99% del territorio y la población que ambos gobiernos afirmaban representar.

A partir de 1950, los miembros de la ONU comenzaron anualmente a representar uno de los dramas más públicos y arcanos de la Guerra Fría. Cada año, la Asamblea General de las Naciones Unidas rechazaba las mociones (la cuestión técnica que se votaba variaba levemente cada año) destinadas a traspasar la representación china ante la ONU de la República de China (en Taiwán) a la República Popular (en la parte continental). Sin embargo, el margen de las votaciones se fue haciendo cada vez más estrecho. De 6 votos a favor y 33 en contra en 1950, pasó en 1960 a registrar 34 votos a favor y 42 en contra (con la abstención de 22).

Al ver esta tendencia, Estados Unidos cambió de táctica. A partir de 1961, Washington comenzó a introducir mociones que hicieron que modificar la representación de China en la ONU fuera una “cuestión importante”, por lo que se requería un margen de dos tercios para aprobarse. Estas resoluciones se aprobaron a lo largo de la década de 1960 y, por lo tanto, aunque los márgenes continuaron reduciéndose (en 1970 por primera vez una mayoría en la Asamblea General votó a favor de entregar la representación a la República Popular China), la barrera de dos tercios permaneció fuera de alcance.

A mediados de 1971 se esperaba un cambio. Muchos países occidentales ya habían respaldado a la República Popular China, incluidos cercanos aliados estadounidenses como Gran Bretaña, Italia y Canadá. El viaje de Kissinger en julio ese mismo año había demostrado que las actitudes y acciones estadounidenses hacia la República Popular estaban cambiando. Una solución que incluyera a los dos gobiernos chinos, otorgando un asiento a la República Popular y autorizando la permanencia de la República de China en la ONU era popular entre sus estados miembros, quienes no querían ni expulsar a un miembro fundador ni negar la representación al país más poblado del mundo. Sin embargo, ni Taipéi ni Beijing estaban interesados en ese enfoque.

El momento más dramático la noche del 25 de octubre no fue en realidad la votación que dirimió el asiento para Beijing, sino la votación anterior sobre la moción anual (patrocinada por Estados Unidos) para clasificar la representación de China como una cuestión “importante”. Incluso los aliados estadounidenses habían llegado a ver esta estrategia como un truco parlamentario destinado a frustrar a la mayoría. Cuando la cartelera en la cámara mostró que la resolución estadounidense había sido derrotada 59-55, el júbilo estalló en la asamblea general (una exhibición que el embajador estadounidense ante la ONU, George H.W. Bush calificó como “un feo espectáculo” días más tarde en una entrevista).

El embajador taiwanés, Liu Chieh, pronunció su discurso antes de retirar a su delegación de la sala en lugar de ver la inevitable conclusión del día. A pesar de ser devastador para el gobierno de Taiwán, este fue un importante cambio internacional, uno que los comentaristas llamaron “la mayor derrota de Estados Unidos en la historia de las Naciones Unidas”.

Finalmente, el 15 de noviembre de 1971 los diplomáticos de Beijing ocuparon sus asientos en la Asamblea General, y como miembros permanentes del Consejo de Seguridad una semana después. Mientras tanto, la delegación de Taipéi se retiró de Nueva York y la isla de Taiwán entró en una nueva, y menos segura, fase de su existencia. Pocas personas aquel año en los corredores de las Naciones Unidas habrían adivinado que medio siglo después, el estatus de Taiwán permanecería sin resolver y esencialmente sin cambios.

Artículo original escrito por James Carter / 21 de octubre, 2020.