La creciente influencia de China en la Antártida

El cambio climático y la presión de países que aspiran a un rol más importante en la Antártida, China el principal de ellos, están modificando la geopolítica de la región más pacífica del planeta. Mientras, a fines de octubre se debate la aprobación de nuevas Áreas Marinas Protegidas alrededor de la Antártida, con Beijing jugado un rol clave.

Quinta base china
Edificios temporales de la quinta base de investigación de China en la Isla Inexpresable, Antártida. Tomada el 7 de febrero de 2018 (vía Xinhua / Bai Guolong).

A fines de octubre de este año, 25 países más la Unión Europea, todos miembros de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) debatirán, por novena ocasión, sobre la implementación de tres vastas Áreas Marinas Protegidas (AMP) en los alrededores de la Antártida: las aguas de la Antártida Oriental, del Mar de Weddell y de la Península Antártica. Las designaciones de AMP podrían proteger más de 3,2 millones de kilómetros cuadrados del Océano Austral, protegiendo el hábitat de pingüinos, orcas y ballenas jorobadas; y salvaguardar la supervivencia a largo plazo del krill, el pequeño crustáceo que proporciona el alimento básico de especies más grandes.

Debido al contexto del Covid-19, el destino de estas nuevas áreas propuestas será decidido por los miembros de la CCRVMA en una conferencia virtual. Entre ellos, China y Rusia han sido dos de los países más reacios a votar por más santuarios marinos. El año pasado se negaron a aprobar la misma propuesta que será discutida este 2020. Pero según una columna de opinión del ex Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en esta ocasión China es el único país entre todos los miembros de la CCRVMA que no comprometido su apoyo a las tres nuevas AMP.

Si Beijing queda aislada en esta votación, no ayudaría a mejorar su prestigio mundial. Según una encuesta reciente del Pew Research Center, los niveles actuales de opiniones desfavorables de China en gran número de economías avanzadas alcanzaron un nuevo récord. Quizás con la necesidad de mejorar su abatida imagen internacional, Beijing podría estar más proclive a votar a favor de las nuevas AMP y, al mismo tiempo, fortalecer su perfil medio ambientalista con miras a 15ª Conferencia de las Partes (COP) del Convenio sobre la Diversidad Biológica, a celebrar en Kunming, China, en mayo de 2021.

Con todo esto en mente, vale la pena recordar que hace sólo dos siglos el Polo Sur era literalmente Terra Australis Incognita. De hecho, en enero pasado se celebraron 200 años de la primera vez que un ser humano divisó el continente blanco. Tras una larga etapa exploración y declaraciones de soberanía territorial, siete países fueron quienes reclamaron secciones de la Antártida (Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y el Reino Unido), y para el periodo entre 1957 y 1958 doce países realizaron activamente investigaciones científicas en el continente.

Firmado en 1959 por 13 países (los siete reclamantes iniciales, más Bélgica, Japón, Polonia, Rusia, Sudáfrica y Estados Unidos), el Sistema del Tratado Antártico (STA), con su secretaría ubicada en Argentina, ha podido mantener relaciones estables entre sus miembros, fomentando la colaboración científica y, sobre todo, manteniendo a raya los grandes conflictos bélicos. De hecho, la Antártida ha sido históricamente una tierra pacífica. Aparte de crímenes aislados, el continente se ha librado de la violencia a gran escala tan frecuente en el resto del mundo. La única vez que se realizaron disparos en la Antártida fue en 1952, cuando el personal de una base argentina disparó una ametralladora sobre un equipo británico en Bahía Esperanza, en relación con disputas de soberanía (Argentina, Chile y el Reino Unido tienen reclamos territoriales superpuestos en el continente).

Casi 30 años después de la creación del STA, en 1991 se firmó en Madrid, España, el Protocolo de Protección Ambiental, que designa a la Antártida como “reserva natural, dedicada a la paz y la ciencia”. Previo al año 2048 -salvo que sea modificado por un acuerdo unánime de todas las Partes Consultivas- el protocolo prohíbe todas las actividades relacionadas con los recursos minerales, excepto las que tengan fines científicos.

En la actualidad, el STA tiene 54 miembros -29 de los cuales son consultivos (con voto)-, y aunque China recién se incorporó al tratado en 1983, su nivel de inversión y actividades en la Antártida han colocado a Beijing en el centro de atención del Polo Sur.

La primera estación permanente de investigación de China, bautizada como Gran Muralla, se construyó en 1985, el mismo año en que el país obtuvo el estatus consultivo para votar en el STA. A partir de ese momento, Beijing ha construido un aeródromo permanente, dos estaciones estacionales (Kunlun y Taishan) y otra estación permanente (Zhongshan). Ahora China tiene dos rompehielos, con planes para construir uno de propulsión nuclear, y se planea abrir una quinta instalación de investigación en 2022 en la Isla Inexpresable en la plataforma de hielo del Mar de Ross.

En medio de toda esta actividad derivada del interés de China en el Polo Sur, han surgido temas polémicos. La estación Kunlun está estratégicamente ubicada en un área conocida como Domo Argus, un área reconocida por tener la mejor ubicación para la observación espacial en la Tierra, gracias a su gran elevación y excelente visibilidad. Desde 2013, China ha impulsado una propuesta para establecer una ‘Zona Antártica Especialmente Administrada’ (ZAEA) alrededor del puesto de Kunlun, en lo que ha demostrado ser controvertido, especialmente para Australia: el área en cuestión está dentro del reclamo territorial de Canberra, y el gobierno australiano estaba en contra de la propuesta china.

Según el Dr. Nengye Liu, Director del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad Macquarie en Australia, “[e]stablecer una ZAEA alrededor de la estación Kunlun esencialmente le daría a China una mayor participación en las actividades realizadas en el área. China es parte consultiva del Tratado Antártico de 1959 y la creación de una ZAEA alrededor de Kunlun serviría como un logro simbólico para mostrar la influencia de China en el STA”.

Base Zhongshan
Estación Zhongshan, base de investigación china en la Antártida, 9 de febrero de 2019. (Vía Xinhua)

También existe preocupación por la falta de preparación del Tratado Antártico para enfrentar el actual contexto geopolítico. En una columna de opinión publicada por The Australian, la Dra. Elizabeth Buchanan, profesora de Estudios Estratégicos de la Universidad Deakin en el Australian War College, advirtió que “conocemos bien la tendencia de signatarios como China, Rusia e incluso Estados Unidos para interpretar el derecho internacional de manera bastante creativa, basta con mirar el Mar del Sur de China. Y los signatarios conocen bien la zona gris del Tratado Antártico. El tratado prohíbe la militarización en el continente, sin embargo, el personal y equipo militar se consideran permisibles si se despliegan en ‘apoyo a la investigación científica'”.

Buchanan también apuntó al doble uso de la tecnología para la investigación científica, la cual eventualmente podría aplicarse con fines militares. “China ha desplegado su satélite ‘Explorador del hielo‘, que ahora ha cartografiado la Antártida con una visibilidad de 70 metros. Beijing tiene los ojos puestos en todo el continente, y todavía tenemos que acceder a los hallazgos ‘científicos’ del satélite, a pesar de que el tratado estipula que todos los datos de investigación deben ser compartidos”.

Otro problema es la riqueza mineral del continente: se estima que la Antártida contiene 500 mil millones de toneladas de petróleo, entre 300 y 500 mil millones de toneladas de gas natural y posiblemente 135 mil millones de toneladas de petróleo en las aguas circundantes. Incluso con el protocolo ambiental en vigor, Anne-Marie Brady, autora del libro ‘China como una gran potencia polar’, dice que la investigación científica de los minerales antárticos todavía está permitida. Más importante aún, Brady indica que “[d]esde el punto de vista del gobierno chino, el Protocolo [Ambiental] simplemente pospuso lo que los legisladores polares chinos consideran como la inevitable apertura de los recursos antárticos”.

La Antártida está lejos de la China continental, por lo que para apoyar sus actividades necesita socios en el área. Uno de ellos es Australia, pero la evolución de los lazos entre Beijing y Canberra en los últimos años muestra como una relación exitosa puede deteriorarse con rapidez. Desde la visita del presidente chino Xi Jinping a Tasmania en 2014, su capital, Hobart, se convirtió en una puerta de entrada clave para los barcos chinos que se dirigían a la Antártida. Sin embargo, la relación bilateral sufrió una profunda degradación desde que el gobierno del primer ministro australiano Scott Morrison pidió una revisión independiente sobre los orígenes del Covid-19, a lo que China ha respondido con represalias contra las exportaciones australianas, como la cebada y el carbón.

Nueva Zelanda, con Christchurch como otro importante puerto de entrada para las operaciones en la Antártida, se ha mantenido en mejores términos con Beijing, pero en los últimos años han habido roces entre los dos países, debido a las opiniones de Nueva Zelanda sobre el trato a los uigures en Xinjiang, o su preocupación por las acciones de diplomáticos chinos en relación a protestas en apoyo a Hong Kong en Auckland.

Si las relaciones de China con sus socios de Australia y Nueva Zelanda continúan deteriorándose, tal vez veamos un fuerte giro en la atención de Beijing hacia Ushuaia en Argentina y Punta Arenas en Chile -ambas ciudades con puertos mucho más cercanos a la Antártida que los de Australasia- para continuar el apoyo a las operaciones chinas en el Polo Sur.

Aunque China no tiene reclamos de soberanía en la Antártida, Beijing aspira a tener un papel importante que desempeñar a nivel mundial. El Tratado Antártico se podrá modificar con mayor facilidad a partir de 2048, justo un año antes de un hito político para el régimen chino: el centenario de la fundación de la República Popular China. Y según Xi Jinping, para entonces, su país se habrá convertido “en un país situado a la cabeza en fortaleza nacional integral e influencia internacional”.