Sin Consenso sobre Beijing: Porqué EE.UU. arriesga una victoria pírrica al enfrentar a China

Jessica Chen Weiss analiza cómo la pandemia alteraría la situación interna e internacional de China, su relación bilateral con Washington y como afectaría al orden internacional.

Artículo escrito por Jessica Chen Weiss / 29 de junio, 2020.

La cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) está primero y ante todo preocupada por su supervivencia doméstica. Desde finales de la década de 1970, el liderazgo del PCCh se ha basado en el crecimiento, el nacionalismo y la estabilidad para justificar el gobierno autoritario, pero estos pilares a menudo están en tensión entre sí. En lugar de ser un monolito, “China” abarca 1.300 de personas, 31 provincias y un régimen que debe lidiar con una enorme diversidad interna, utilizando la coerción, la persuasión y la cooptación para permanecer en el poder.

El brote del coronavirus en Wuhan fue un shock para ese tenue equilibrio, poniendo en peligro el apoyo popular y de la élite a la forma en que el PCCh ha gobernado bajo Xí Jìnpíng 习近平. Los retrasos iniciales del gobierno para confirmar la evidencia de transmisión del COVID-19 de persona a persona, y el silenciar a los médicos locales que intentaron informar a sus colegas sobre un nuevo virus similar al SARS, suscitó fuertes críticas al estilo chino de autoritarismo y llamados en las redes sociales chinas a que Xi diera un paso al costado (enlaces en chino).

Pero el éxito posterior del PCCh en contener el virus, especialmente a medida que otros países han tenido muchas dificultades, ha inspirado a nacionalistas y propagandistas chinos a reclamar la superioridad de los esfuerzos de su país, y su sistema, para combatir la epidemia. En tanto, el PCCh ha silenciado a quienes han hecho públicas sus críticas, como el retirado magnate de bienes raíces Rén Zhìqiáng 任志强, y el activista legal Xǔ Zhìyǒng 许志永.

Este giro nacionalista ha elevado el escepticismo internacional. Mientras que algunos han elogiado el progreso de China en el control sanitario, otros continúan criticando sus errores iniciales, incluidos los posibles encubrimientos. En la actualidad Beijing enfrenta cada vez más llamadas alrededor del mundo para someterse a una investigación independiente sobre los orígenes del brote de coronavirus, e incluso reparaciones por su inicial mal manejo. Su respuesta combativa solo ha exacerbado esa desconfianza.

Al interior de China, la discriminación anti-extranjera ha afectado aún más la imagen de Beijing en el extranjero, incluidos los desalojos y el acoso a migrantes africanos en Guangzhou. Las respuestas agresivas y nacionalistas de China a las crecientes demandas de rendición de cuentas en el extranjero, y los signos de xenofobia a nivel doméstico han socavado sus esfuerzos para crear una imagen benevolente, a pesar de su “diplomacia de máscara” y otros esfuerzos concertados. Aunque Beijing ha suavizado un poco su retórica nacionalista después de la reacción local e internacional, negando cualquier intento de exportar su modelo de respuesta al coronavirus, incluso informes internos indican que la antipatía global hacia China está en su nivel más alto desde 1989.

LA RESPUESTA DE CHINA A LA PANDEMIA Y LO QUE REVELA SOBRE SUS INTENCIONES

La respuesta del PCC al coronavirus ha alejado al partido de su dependencia del crecimiento rápido, el cual registró el primer trimestre un porcentaje negativo por primera vez en décadas. También ha aclarado el orden de prioridad entre el nacionalismo y la seguridad pública. El PCCh puso primero la seguridad y la estabilidad, incluso tomando medidas enérgicas contra los rumores de conspiración en la respuesta inicial. La propaganda nacionalista y la “diplomacia del lobo guerrero” se produjeron solo después de que se controló la situación sanitaria y la potencial inestabilidad se apaciguó.

Lo que ha seguido es un esfuerzo muy agresivo para rechazar las críticas internacionales al PCCh. ¿Representa esto un cambio fundamental en la estrategia de Beijing, o una continuidad? Como señalé en un artículo publicado por Foreign Affairs a mediados de 2019, el PCCh busca un mundo seguro para la autocracia, en primer lugar defendiéndose de la amenaza de la difusión democrática y los esfuerzos extranjeros para socavar al PCCh a través de la “evolución pacífica”. Pero este esfuerzo por defender el gobierno del PCCh a nivel local también se ha vuelto cada vez más internacional, tanto para retener el apoyo al PCCh como para desactivar los desafíos proveniente de la diáspora, que tradicionalmente ha sido una amenaza para la seguridad del régimen. La diplomacia y las contribuciones de China a la gobernanza global también han tratado de proyectar una imagen de liderazgo internacional, la que según encuestas es cada vez más valorada por público interno chino.

Lejos de un imaginario “consenso de Beijing”, existe un espectro de opiniones internas, y algunos defienden un esfuerzo más agresivo para declarar y promover un modelo chino. Otros en el extremo liberal del espectro argumentan que el éxito de China se debe más a la liberación de los mercados y a la empresa privada que a los esfuerzos dirigidos por el estado.

Bajo Xi Jinping, los líderes chinos han promovido cada vez más una “solución” china, que incluye “abrir un nuevo camino para que otros países en desarrollo logren la modernización”. Sin embargo, Xi y otros portavoces chinos han negado explícitamente cualquier intento de exportar este modelo o exigir que otros copien a China. Hasta ahora, esta retórica parece estar más relacionada con dar publicidad a una opción, que con demandar una conformidad con una forma particular de gobierno como condición para la asistencia china.

A medida que las esperanzas de cambio de régimen y las críticas al PCCh han crecido en el extranjero, también lo ha hecho la voluntad del PCCh de mostrar su resolución y proclamar un sistema superior. En un discurso de septiembre de 2019, Xi llamó a los cuadros chinos a “atreverse a luchar y ser buenos en la lucha” (敢于 斗争、善于 斗争 gǎnyú dòuzhēng, shànyú dòuzhēng) cuando se enfrentan a riesgos y desafíos que amenazan el liderazgo del PCCh y el gran rejuvenecimiento de la nación china.

Esta nueva y abrasiva “diplomacia de lobo guerrero” ha ganado fuerza con la pandemia. Los esfuerzos de propaganda china se han extendido más allá de defender el desempeño del PCCh y mostrar las fallas de gobiernos democráticos liberales como Estados Unidos. Han ido más allá para amplificar las teorías de conspiración que culpan a EE.UU. del coronavirus y a la información falsa sobre los cierres de emergencia estadounidenses. Incluso Huawei fue criticado recientemente por intentar patrocinar una mesa redonda sobre cómo la información errónea está perjudicando a las comunidades minoritarias en los Estados Unidos. Estos son signos incipientes de iniciativas respaldadas por China para sembrar la división; y aunque no están cerca de la escala y la audacia de los esfuerzos rusos, sugieren un cambio de tácticas, desde promover los intereses y la imagen de China hasta influir en la discusión pública en EE.UU. sobre otros temas.

Si bien es justo preguntarse si esto refleja un mayor cambio en la estrategia china, la respuesta del PCCh al coronavirus sigue pareciendo más ponderada hacia la realpolitik nacionalista que hacia una ideología universalizadora. En la medida en que la “diplomacia de las mascaras” de China ha ido de la mano con exigencias políticas, ha tratado de elogiar la asistencia de China y amortiguar las críticas a sus errores iniciales, no ha obligado a otros a seguir un autoritarismo al estilo chino. Hasta ahora, no hay indicios de un marco sistemático para la asistencia COVID-19 de China. De hecho, un importante asesor de política exterior pidió recientemente al gobierno que prepare un plan coherente para distribuir la ayuda del COVID-19, para así disipar la apariencia de que China buscaba ganancias políticas.

En última instancia, para evaluar “lo que China quiere” (la cual constantemente disputada y actualizada a medida que surgen presiones nacionales e internacionales), necesitamos estudiar más rigurosamente la retórica y el comportamiento de China. Algunos analistas han escrito que el análisis cuidadoso de los discursos e importantes declaraciones de los principales líderes “debería haber terminado decisivamente nuestro debate sobre la naturaleza y el alcance de las intenciones estratégicas de Beijing”, particularmente el discurso de Xi Jinping en el XIX Congreso del Partido Comunista sobre “la entrada del socialismo chino a una nueva era”.

Pero aunque los documentos y lemas clave establecen una dirección, también son vagos por diseño. Inevitablemente, su contenido se disputará, tanto en diseño como en implementación. Mi investigación sobre la retórica china sugiere que los mensajes duros, pero vagos, o bravuconadas, han brindado una protección con respecto a las audiencias domésticas para una moderación pragmática, apoyando la aprobación del público incluso cuando el gobierno no lleva a cabo acciones reales.

Las encuestas de opinión muestran que el público chino es agresivo en relación a disputas territoriales y operaciones militares estadounidenses en Asia. Los chinos más jóvenes, aunque quizás no tengan una identidad más nacionalista, pueden ser más agresivos en sus creencias de política exterior que las generaciones anteriores. Los usuarios de Internet y las élites están aún más inclinados a pedir al gobierno chino que invierta y confíe más en la fuerza militar. Pero la investigación también muestra que el público chino tiene un apetito considerable por el liderazgo internacional, así como por el pacifismo.

El PCCh ha sido capaz de aplacar a estas diferentes audiencias a través de mensajes mixtos, fanfarronadas y una retórica general sobre el liderazgo de un futuro compartido para la humanidad. Debajo de las fanfarronadas y beligerantes discusiones también hay un pragmatismo obstinado, sobre las capacidades reales de China y los riesgos de estropear sus planes, ya sea por el crecimiento interno, los mercados internacionales o los conflictos militares.

En 2020, China podría estar en la cima de la “diplomacia del lobo guerrero”. Los académicos y expertos chinos en políticas de alto nivel se han vuelto cada vez más expresivos al advertir que el agresivo estilo diplomático de China está siendo contraproducente. Incluso un halcón como Yán Xuétōng 阎学通 pidió más “racionalidad” en la diplomacia china: “Este tipo de retórica [nacionalista] corre el riesgo de generar una violenta reacción… Cualquier crítica directa o indirecta hacia los sistemas políticos de otros países solo exacerbará el conflicto ideológico”.

Del mismo modo, el profesor de relaciones internacionales y, en ocasiones, asesor del Consejo de Estado de China, Shí Yīnhóng, admitió que los esfuerzos para “promover el sistema político chino como superior, y proyectar la imagen de China como líder mundial en la lucha contra una crisis sanitaria global… fracasó en reconocer las complejidades que han surgido en el escenario mundial durante la pandemia, y se están haciendo precipitadamente, demasiado pronto y en un tono demasiado fuerte, por lo que hay una gran brecha entre lo que se pretende y lo que se logró”.

Una reestructuración táctica podría aparecer en los próximos días, si la postura conciliadora de Xi Jinping y el anuncio de US$2.000 millones en asistencia por el coronavirus en la Asamblea Mundial de la Salud sirve de alguna indicación. Esto sería coherente con los ciclos pasados: dar a las voces nacionalistas una correa más larga para mostrar resolución, y luego controlarlas cuando Beijing busque minimizar el riesgo de escalada nacional e internacional.

AL CONFRONTAR A CHINA, ATENCIÓN ANTE UNA VICTORIA PÍRRICA ESTADOUNIDENSE

El nacionalismo presenta una tensión inherente, y una desventaja, en el atractivo de China para ocupar un liderazgo global. Cuanto más se apoye el PCCh en el nacionalismo, menos preocupadas estarán las democracias liberales por China como un rival ideológico. Cuanto más el PCCh se inclina hacia propaganda nacionalista, menos atrae a otros países como modelo para emular. Y cuanto más busca el partido promover sus intereses parroquiales y reales con respecto a otros países, más transaccional y material es la competencia. Al mismo tiempo, el nacionalismo no es un impedimento único para los esfuerzos chinos por liderar globalmente; “Estados Unidos primero” enfrenta desafíos similares.

Los votantes y los responsables políticos de Estados Unidos deben tener mucho cuidado con los riesgos de una “victoria pírrica”, una reacción exagerada que pone en peligro la apertura, la inclusión y la vitalidad en el país y la cooperación práctica en el exterior. Sin duda, hay mucho que criticar y aborrecer sobre el comportamiento del PCCh, desde Xinjiang a Hong Kong, hasta las patologías de un sistema político que premia las demostraciones de lealtad política en lugar de comentarios e informes oportunos y objetivos durante una pandemia. Pero los responsables políticos de EE.UU. deben estar en sintonía con los costos y riesgos de una reacción exagerada y con represalias o políticas recíprocas que perjudiquen a EE.UU. más que a China.

Con miras a las elecciones [presidenciales] de 2020, los estrategas de campaña republicanos y demócratas están discutiendo sobre China. Al recalibrar su mensaje en medio de la pandemia, los asesores republicanos han optado por culpar a China y retratar a Joe Biden como alguien blando con Beijing. La campaña de Biden respondió igualmente, destacando la respuesta fallida de Trump ante la pandemia y acusándolo de tontamente “confiar en China” y de haberse rendido ante los chinos.

Si Biden y Trump intentan superarse mutuamente, los votantes pueden comenzar a priorizar la asertividad contra China por sobre asuntos más urgentes, como la gestión de las actuales crisis sanitaria y económica. Este choque también puede aumentar la sospecha sobre personas de ascendencia asiática, lo que resulta en más crímenes de odio y ataques. Una coalición progresista multirracial hizo eco de estas preocupaciones en una carta abierta a la campaña de Biden: “Jugar al nacionalismo de derecha y avivar el sentimiento anti-chino […] alienará no solo a los votantes asiático-americanos, sino también a una población más amplia de votantes progresistas y antirracistas , incluidos los votantes más jóvenes. Esto pone en peligro el futuro del Partido Demócrata, que radica en construir una coalición progresista multirracial y en atraer a los votantes más jóvenes al redil”.

La retórica no es política, pero puede tener consecuencias reales, no solo para los asiáticos en EE.UU. y los estadounidenses en China, sino también para la reducción de las áreas de cooperación entre China y EE.UU., especialmente urgente en el desarrollo y distribución de una vacuna contra el COVID-19, y la lucha contra el cambio climático. A pesar de los preciados beneficios de la reciprocidad, una carrera hacia abajo es profundamente preocupante. Como escribe Ryan Hass: “Cuando China cava un hoyo, Estados Unidos no debería luchar con Beijing por la pala”. En muchos casos, es innecesario y contraproducente que Estados Unidos tome represalias del mismo tipo. Cuando bajan, deberíamos ir alto.

Jessica Chen Weiss es profesora asociada de Gobierno en la Universidad de Cornell, editora de ciencias políticas en el blog Washington Post Monkey Cage, Asociada Senior no residente en el Center for Strategic and International Studies, y miembro temporal del Council on Foreign Relations. Además, Weiss es autora de “Powerful Patriots: Nationalist Protest in China’s Foreign Relations” (Oxford University Press, 2014).