¿Controlará China la Internet Global Con Su Ruta De La Seda Digital?

La “Ruta de la Seda Digital” (RSD) fue presentada en 2015 a través de un documento oficial del gobierno chino como parte de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR). Más que un conjunto de proyectos identificables, por años la RSD ha sido utilizada como una marca para prácticamente cualquier operación comercial de telecomunicaciones, a negocios ligados a datos o a la venta de productos de empresas tecnológicas con sede en China que fueran presentados en diferentes mercados de África, Asia, Europa, América Latina o el Caribe, regiones que albergan a más de 100 “países IFR”.

Desde que se anunció la RSD, los proyectos que han declarado ser parte de ese esquema han contado con un sustancial apoyo de entidades estatales chinas como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que es una de las principales prioridades de política de los líderes en Beijing. Sin embargo, dicho apoyo con frecuencia no se realizó con el grado de coordinación que los líderes chinos han declarado, y que observadores extranjeros han temido. De hecho, varios años de crecimiento del sector tecnológico chino en mercados emergentes precedieron a la RSD, y algunos de estos proyectos sólo fueron recientemente etiquetados como parte del esquema digital. Pero el papel de coordinación de Beijing en la RSD parece listo para aumentar.

En la medida en que la Ruta de la Seda Digital enfrenta ahora mayores dificultades que en cualquier otro momento desde su anuncio, es probable que Beijing redoble sus esfuerzos, preparando el escenario para una lucha a largo plazo sobre cómo las telecomunicaciones, los datos, las finanzas y otras redes son construidas y gobernadas, además de cómo los mecanismos técnicos para estos estándares son establecidos.

Variadas declaraciones y documentos oficiales podrían llevar a la gente a pensar que grupos organizados de burócratas están detrás de las decisiones de expansión internacional de los conglomerados tecnológicos chinos. Durante el Foro de la Franja y la Ruta, organizado por el gobierno chino en abril de 2019, que incluyó un sub-foro sobre la RSD que atrajo bastante atención, los medios oficiales afirmaron que la iniciativa digital “no solo promueve el desarrollo del sector de servicios digitales, como el comercio electrónico transfronterizo, las ciudades inteligentes, la telemedicina y las finanzas por internet, sino que también acelera el progreso tecnológico, incluyendo la informática, los grandes datos, la Internet de las cosas, la inteligencia artificial, el blockchain y la computación cuántica”. Esta dramática declaración implica que todo lo relacionado con la tecnología se estaba coordinando a través de una RSD patrocinada por el estado.

En este contexto, algunos análisis describen a la RSD como un plan estrechamente  orquestado desde las máximas autoridades hacia abajo. Pero la realidad es más compleja. Beijing quiere que las empresas chinas participen en la construcción de muchas más piezas a nivel mundial de múltiples redes de finanzas, de información y de telecomunicaciones, con el objetivo de aumentar la capacidad general de China para participar en el establecimiento de parámetros internacionales de tecnología y sus organismos de gobernanza. Sin embargo, tanto antes como después del lanzamiento de la RSD, la usual expansión comercial global de empresas chinas de comercio electrónico, infraestructura inteligente y redes sociales, coincidió con proyectos en el extranjero fuertemente apoyados por Beijing. Y, al menos desde la perspectiva de ejecutivos de empresas tecnológicas chinas, lo que ha complicado aún más el escenario es que el publicitar sus actividades internacionales como parte de la DSR se ha convertido en una obligación, o a ser “políticamente correcto”, incluso en ausencia de apoyo estatal. 

Otra percepción errónea de la RSD es que es un plan maestro de Beijing para desplegar su modelo “tecno-autoritario” en países a lo largo de la IFR. Ciertamente, las empresas chinas exportan tecnología de reconocimiento facial e infraestructura cibernética que invade la privacidad que se utiliza en países de mercados emergentes; no obstante, el despliegue de estas tecnologías en dichos mercado es en gran medida un fenómeno impulsado por la demanda. La RSD se relaciona con estas tendencias en la medida que Beijing está buscando alinear estándares tecnológicos globales, desarrollados por organismos como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), con tecnologías patentadas por proveedores chinos. Un esfuerzo que es más sencillo cuando los países ya emplean tecnología china. Esto daría a las empresas chinas una ventaja sobre competidores que también trabajan para satisfacer esta demanda.

En resumen, la DSR hasta hace poco era un amplio concepto aplicado por líderes chinos del sector público y privado a proyectos de telecomunicaciones, datos y conectividad desarrollados en países que son nominalmente parte de la IFR. Algunos proyectos de la DSR han recibido un fuerte respaldo estatal, mientras que otros absolutamente nada.

Aunque no es una analogía perfecta, la RSD puede entenderse como la franquicia de un negocio. Proyectos que se auto proclaman como parte de la RSD para obtener el apoyo político (y quizás beneficios financieros) de Beijing, mientras que el estado no participa demasiado en las operaciones diarias, aunque puede intervenir, y lo hace, para empujar sus objetivos estratégicos. No obstante, algunos proyectos están muy influenciados por el estado, parecido a lo que ocurre con las tiendas de propiedad corporativa. El número de estos proyectos probablemente se multiplicará el próximo año.

Hasta hace poco, proyectos de infraestructura tradicionales a gran escala de la IFR recibieron mucha más atención que la RSD. Pero en el futuro, los principales líderes chinos estarán interesados ​​en aprovechar las distintas ventajas que las empresas tecnológicas de su país tienen frente a competidores internacionales, particularmente en áreas como la próxima generación de infraestructura, incluidos los servicios de 5G móviles y en la nube. Por lo tanto, si bien evaluar lo que realmente constituye el RSD ha sido un desafío, las líneas generales de cómo Beijing verá la estrategia de la Ruta de la Seda Digital en el próximo año están adquiriendo mayor claridad.

En los mercados emergentes, así como en las economías desarrolladas de Asia y Europa, Beijing invertirá recursos para ayudar a sus gigantes nacionales tecnológicos a buscar oportunidades de negocios, y para que estén involucrados en todos los niveles de la infraestructura digital construida a lo largo de la RSD: infraestructura de fibra óptica y equipos de telefonía móvil, servicios de operador de telecomunicaciones y sobresalientes proveedores de servicios de aplicaciones.

Las empresas se adaptarán cada vez más a esta política, particularmente por el enfoque de Xi Jinping en autosuficiencia tecnológica y de I+D en sectores claves, se alinea perfectamente con proyectos de esa índole de la RSD. A pesar de estos desarrollos, la iniciativa digital de la Ruta de la Seda seguirá siendo impulsada principalmente por empresas individuales, utilizando la etiqueta de la RSD para obtener apoyo estatal, como préstamos y subsidios, para avanzar su expansión comercial en el extranjero. Sin embargo, Beijing se está posicionando para el próximo año aumentar drásticamente tanto el apoyo financiero como su rol de liderazgo en la RSD, creando un entorno operativo para las empresas alineadas con dicha marca.

La RSD se está encontrando con marcos regulatorios y a una reacción negativa

De hecho, la creciente presión interna sobre las compañías tecnológicas chinas asociadas a la RSD, para que se ajusten a lo objetivos explícitos de la política estatal, creará presiones de otros gobiernos en el extranjero perjudiciales para los negocios.

A principios de la década de 2000, mucho antes de que la RSD entrara en escena, Huawei, ZTE y sus respectivas subsidiarias, ya operaban con un bajo perfil, y mucho éxito, construyendo infraestructura de telecomunicaciones, fibra óptica, centros de datos e incorporando redes de telefonía móvil para operadores de telecomunicaciones a nivel mundial. Las compañías de cámaras de seguridad y escáners de aeropuertos, como HikVision y NucTech también fueron bastante activas internacionalmente, y sólo hace poco se “unieron” a la RSD. E incluso después de la adopción de la RSD por parte de Beijing, una gran cantidad de firmas tecnológicas chinas se expandieron a nivel mundial, empujados más por las ganancias que por razones geopolíticas. Entre dichas empresas se incluyen: gigantes del comercio electrónico, de servicios en la nube y servicios de pagos como Alibaba, Ant Financial, Tencent y JD.com con proyectos en el sudeste asiático y Europa; nuevas firmas de redes sociales como Bytedance/Tiktok en Asia y Estados Unidos; fabricantes de dispositivos inteligentes como TranssionOppoOnePlus y Xiaomi en África y el sudeste asiático; y los fabricantes de drones DJI y XAG en EEUU, Asia, y América Latina.

Ahora, las actividades internacionales de estas y otras firmas con sede central en China, que se han unido por su propia iniciativa o por haber sido catalogadas como parte de la RSD, están enfrentando resistencia en el extranjero gracias a la influencia cada vez más evidente de Beijing sobre estas empresas y su ambiciosa retórica en torno a la IFR/RSD. Los inciertos impactos económicos y sanitarios a nivel mundial derivados de la crisis del coronavirus probablemente aceleren esta tendencia, ya que han empeorado sustancialmente las relaciones de China con EEUU, y al mismo tiempo aumentando la probabilidad de que Washington y países de la Unión Europea (UE) intensifiquen sus esfuerzos para restringir la influencia tecnológica de China.

Estos eventos se sumarían a los principales cambios de políticas ya implementados en América del Norte, Australia y la UE, diseñados para frenar la inversión de empresas chinas en sectores tecnológicos clave, y limitar la capacidad de Huawei, ZTE, DJI y operadores estatales para funcionar en esos mercados. Más aún, la intensificación de la competencia estratégica entre EEUU y China ha reimpulsado al gobierno estadounidense a frenar el uso de tecnología construida o mantenida por las principales empresas tecnológicas chinas. Iniciativas como la campaña global anti-Huawei 5G  y la nueva Asociación de Ciberseguridad y Conectividad Digital (DCCP), centrada en el Indo-Pacífico, amenazan las ambiciones de autoridades chinas de ejercer más influencia sobre los ecosistemas tecnológicos en el extranjero, particularmente a lo largo de la RSD.

Otro aspecto que ha complicado aún más las cosas son los recientes cambios a las leyes y regulaciones administrativas internas de China, como la Ley de Ciberseguridad de 2016, las que chocan con prácticas internacionales en áreas clave como la gobernanza de datos. Empresas como AlibabaTencent y Huawei, afirman que los elementos clave de sus negocios, como los servicios en la nube y de pago, están alineados con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de Europa. Pero a corto plazo es poco probable que China busque un acercamiento con la UE, y carece de requerimientos clave para ello, como una autoridad independiente de protección de datos. Si bien este tema puede llegar a ser importante en Europa durante el próximo año, lo será menos en países que son centrales para la IFR y la RSD, particularmente en Asia Central y África.

En general, la dinámica de la RSD posterior a la pandemia del Covid-19 será diferente en su conjunto a la de la IFR. Según un análisis de Rhodium Group, los préstamos a gran escala de la IFR ya se estaban volviendo más conservadores previo al coronavirus, una tendencia que probablemente continuará incluso cuando Beijing aproveche las oportunidades generadas por el Covid-19 para asumir el “rol de salvador”. Para el RSD, sin embargo, los efectos de la pandemia tendrán dos consecuencias. Los países a lo largo del IFR necesitarán más infraestructura digital que el “Equipo de China” está bien posicionado para en suministrar, en la medida que trabajadores y estudiantes con auto distanciamiento requieren más acceso a banda ancha. No obstante, al mismo tiempo las preocupaciones sobre excesiva dependencia en empresas chinas, y los temores de seguridad sobre la vigilancia y el manejo de datos que existían antes de la pandemia, continuarán limitando el crecimiento de las firmas tecnológicas chinas en algunos mercados extranjeros. La retórica cada vez más nacionalista de Beijing y el creciente apoyo financiero para la RSD solo incrementarán estas preocupaciones.

La RSD probablemente se convertirá a futuro en un elemento clave de la política tecnológica de Beijing

En última instancia, los impactos de la pandemia en la forma en que Beijing maneja la RSD y cómo reacciona en el extranjero probablemente causará cambios dramáticos, y quizás irreversibles, en la gobernanza del ciberespacio y el establecimiento de estándares de telecomunicaciones.

Durante los últimos cinco años, empresas chinas como Huawei, a través de organismos como la UIT, han desempeñado un papel importante en el establecimiento de estándares tecnológicos globales en 5G y en la construcción de infraestructura móvil. Otras empresas chinas están ansiosas por hacer lo mismo y contribuir más al proceso global de establecimiento de normas, lo que ayudaría a empujar la visión de Beijing de una tecnología con mayor influencia China. Pero el gobierno de EEUU, y algunos defensores de la privacidad de los datos, creen que una mayor participación de firmas chinas en esfuerzos multilaterales de establecimiento de normas tecnológicas podría alterar sustancialmente el curso de los estándares mundiales, específicamente de una manera que Washington y otras democracias no apoyarían. Encontrar un equilibrio para la tensión generada entre el establecimiento de estándares globales efectivos y las declaradas ambiciones de la RSD de Beijing parecen ser cada vez más difícil.

En cambio, tendencias geopolíticas provocadas por la pandemia y el acelerado apoyo de Beijing a los proyectos con de la RSD podrían poner aún mayor presión a los actuales marcos de gobernanza de internet y del establecimiento de estándares tecnológicos. En la medida que los países de la IFR buscan potenciar la capacidad de la infraestructura digital, los conglomerados tecnológicos de China disfrutarán del apoyo estatal para satisfacer dicha demanda. Esto último debido a que los órganos estatales chinos buscan impulsar el crecimiento económico y reforzar la influencia geopolítica en respuesta a esquemas como el DCCP. A medida que su relación con Estados Unidos empeora y las críticas globales derivadas de su respuesta a la pandemia crecen, los funcionarios chinos de política tecnológica industrial considerarán la idea de abandonar  su cooperación con entidades estadounidenses, europeas, japonesas y surcoreanas en el establecimiento de normas globales. Y por el contrario, contemplarán las opciones de tomar un camino tecnológico separado, repleto de sus propios proceso de establecimiento de parámetros que incluya, por ejemplo, un subconjunto de países BRI/RSD.

A medida que se desarrolla este escenario, la “franquicia de la RSD” se transforma en un gigante corporativo de la empresa abiertas a la bolsa que tiene a Beijing como accionista controlador, pero con gobiernos de los mercados emergentes con un asiento en su consejo corporativo. Los funcionarios chinos verían cada vez más la IFR, y en especial a la RSD, como un potencial canal listo para desplegar tecnología que se asemeje más al concepto de datos y soberanía digital de Beijing. Proyectos de la RSD que estén alineados con las ambiciones geopolíticas de Beijing, pero a su vez separados, continuarían trabajando en los mercados emergentes, pero las compañías tecnológicas chinas eventualmente abandonarían los países que no se ajusten a dicha visión por completo. De hecho, empresas como Alibaba, Tencent y Huawei ya han abandonado prácticamente el mercado estadounidense.

La preocupación de China por el dominio tecnológico de Estados Unidos

La preocupación por el dominio de las grandes plataformas tecnológicas estadounidenses y la gobernanza actual es un tema habitual en la Conferencia Mundial de Internet (CMI), un evento anual patrocinado por agencias chinas en la ciudad de Wuzhen, donde los países de la DSR y la IFR están bien representados, mientras la presencia de Washington y la UE es mínima. Organizaciones chinas han aumentado la colaboración con la UIT en temas discutidos en la conferencia, incluida la gobernanza de Internet. El tema clave de la CMI es la “soberanía cibernética”, mediante la cual los estado-nación mantienen importantes grados de autonomía para controlar la gobernanza y el contenido del ciberespacio dentro de sus fronteras.

Como un ejemplo de lo que podría deparar el futuro, Beijing lanzó la semana pasada la Red de Servicios Blockchain (RSB), un ambicioso esfuerzo para ofrecer una plataforma de bajo costo para desarrollar aplicaciones basadas en blockchain. El piloto de seis meses, incluido en la retórica de la IFR, tuvo lugar en China continental y Singapur. Destacado en los medios estatales chinos como una red del “Equipo Nacional”, el Centro de Información del Estado de China tiene agresivas ambiciones para desplegar nodos de la RSB a lo largo del Ruta de la Seda Digital. En línea con la visión de “soberanía cibernética”, las aplicaciones y los protocolos de blockchain alojados por RSB deben cumplir con las leyes y regulaciones locales de las naciones donde se alojan estos nodos (por lo tanto, populares protocolos no chinos, como Ethereum, no podrán operar en esos nodos. En diciembre de 2019 en el Foro Global de Economía Digital & Zona de Libre Comercio de Hainan, cuando los funcionarios chinos mostraron casos de uso de blockchain en China con sus homólogos de Rusia, Kazajstán, Indonesia y Bahrein, un alto funcionario del Centro de Información del Estado de China promocionó la RSB como parte de la infraestructura nacional de información de su país que también podría ser desplegada globalmente a bajo costo.

Los planes de moneda digital del Banco Popular de China también se alinean perfectamente con el RSD. Del mismo modo que funcionarios chinos critican los sistemas de gobernanza de Internet existentes como muy dominados por EEUU, la red de comunicaciones SWIFT, con sede en Bruselas y que facilita las transferencias interbancarias, es ridiculizada como un vehículo de EEUU por medios estatales y funcionarios chinos, debido a su veloz respaldo a viejas sanciones de Washington, y a reportes de que mensajes de SWIFT fueron vigilados por agencias de inteligencia de EEUU. Beijing aspira a liderar el desarrollo de un sistema de pagos global, no influenciado por los Estados Unidos, aunque existen grandes obstáculos políticos, económicos y tecnológicos para ello.

El ver a todos los proyectos de la Ruta de la Seda Digital como un esfuerzo magistralmente liderado por el estado chino para dominar las tecnologías de mercados emergentes, sería exagerar sus humildes inicios. Fue un esfuerzo poco organizado alrededor de una marca, alineado con la visión de Beijing de una mayor participación de empresas chinas en organismos de establecimiento de estándares globales, así como soporte digital para grandes proyectos de infraestructura de la IFR. 

Pero las placas tectónicas del mundo geopolítico han cambiado desde 2015, y la RSD se está convirtiendo en un engranaje cada vez más importante de la IFR, y podría emerger como un vehículo a través del cual Beijing impulse una alternativa al mundo tecnológico dominado por Washington. Las alguna vez exageradas preocupaciones de que Beijing tratará de usar la RSD para forjar un nuevo paradigma de soberanía del ciberespacio, podría convertirse en una profecía a medida que la pandemia golpea a la geopolítica,  que la guerra fría tecnológica estadounidense impulsa más el desacoplamiento, y Beijing cada vez más ve a la RSD como el elemento central de la visión de Xi Jinping para la Iniciativa de la Ruta de la Seda. Independiente del resultado, vale la pena observar este evolutivo y amorfo concepto, en la medida que potencialmente se convierte en algo más que la suma de sus muchas partes.

Artículo original escrito por Paul Triolo & Robert Greene / 8 de mayo, 2020.